Aprender a morir: El proceso de morir y mi experiencia cercana a la muerte
Javier Aramendia
Colaborador de ileave
En nuestra sociedad, tendemos a aferrarnos a la vida sin reconocer que la muerte es una parte esencial e inevitable del ciclo vital. No debemos temerla, sino aceptarla como una transición natural de nuestra existencia terrenal hacia algo más grande.
Durante este viaje, es crucial que quienes nos rodean —cuidadores, amigos, familiares y profesionales de cuidados paliativos— nos permitan transitar en paz. La clave está en soltar lo que nos ata a la tierra, permitiendo un proceso sereno y libre de sufrimiento si se maneja con sensibilidad y conocimiento. Esta fase puede ser tranquila si se aborda adecuadamente.
La vida está excesivamente medicalizada y la muerte despersonalizada en nuestra sociedad. Los cuidados paliativos son esenciales, acompañando a las personas en sus últimos momentos con amor y dignidad. El proceso de morir es una fuente de aprendizaje y sabiduría; no duele y puede enriquecer tanto a quien se va como a quien acompaña. Esta transición es tan importante como el nacimiento, ambos son momentos clave en el ciclo de la vida. La muerte no es el fin, es un paso hacia algo más.
Desde mi experiencia cercana a la muerte, comprendí que somos un alma en un cuerpo. Aceptar la muerte con amor y comprensión nos permite vivir una vida más plena y auténtica.
Mi experiencia cercana a la muerte
Tras un infarto, en la UVI, recuerdo claramente el momento en que sentí como si me separara de mi cuerpo. Fue una sensación de paz absoluta, no tuve miedo. Vi un hilo de plata que me dirigía hacia arriba, y fui atravesando varios umbrales. En el primero, me encontré con mi abuelo materno, que había fallecido cuando mi madre estaba embarazada de mí, con mi abuelo paterno y con Iñigo, un amigo que me guió a través de esos umbrales. Vi pasar mi vida por delante, entendiendo lo que era el respeto a la vida. En un último umbral, experimenté el AMOR PLENO, fruto de la fusión de dos partes, masculina y femenina.
Regresé a mi cuerpo en la tierra con tres tareas encomendadas: AMAR, desprenderme de mi negocio y COMUNICAR que después de la muerte hay vida, y que somos un alma en un cuerpo. Esta experiencia transformó mi vida terrenal. el AMOR PLENO fue un gran regalo.
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