Cuando la vida y la muerte se entrelazan: Afrontando el duelo de un Ser Querido en el ciclo de la existencia.
La muerte, un enigma que nos hace cuestionar lo desconocido. ¿Qué hay más allá de la vida? ¿El cielo? ¿La reencarnación? ¿O simplemente nada? No hay respuestas definitivas. Lo único que sabemos con certeza es que cuando alguien cercano y querido muere, nos duele. Ese dolor, profundo y personal, es gestionado de manera única por cada individuo.
La partida de un ser querido nos deja con un vacío en el corazón, y cada uno busca su propia forma de llenarlo. Algunos deciden viajar para distraerse del dolor, otros visitan diariamente el cementerio para hablar con el difunto. Hay quienes no vuelven al lugar donde está enterrada la persona, y aquellos que tienen sus propias tradiciones para despedirse de los muertos. Cada una de estas formas es válida y nos ayuda a procesar la pérdida.
El duelo es un proceso doloroso y es por eso que buscamos el apoyo de quienes nos rodean. Recordar y hablar sobre la persona fallecida puede aliviar nuestra carga emocional. Sin embargo, hay momentos en los que el silencio o un abrazo cálido son todo lo que necesitamos.
Es natural tener miedo a la muerte, es parte de nuestra supervivencia. Este miedo nos protege de situaciones peligrosas y nos recuerda que somos vulnerables. No se trata de vivir sin miedo, sino de seguir adelante a pesar de él, escuchando su mensaje y tomando nuestras propias decisiones.
La incertidumbre que rodea a la muerte puede ser abrumadora, pero este mismo miedo nos impulsa a valorar la vida y vivirla plenamente. Disfrutar de los momentos con aquellos que amamos y apreciar cada emoción esencial. Estar centrado en el aquí y el ahora nos permite vivir de una manera más consciente y significativa.
El duelo no es una etapa que debemos superar, sino una experiencia que forma parte de nuestro camino. Nos enseña a valorar cada día como un regalo y a apreciar los momentos de felicidad. La muerte y la vida están entrelazadas, y afrontar el duelo es parte del ciclo de la existencia.
Maite Arboledas. Psicóloga